lunes, 26 de agosto de 2019

[Ethic] « Entre el abolicionismo y el regulacionismo, quienes estamos en medio somos las trabajadoras sexuales»

¿Abolir la prostitución o regularla? El debate en torno al llamado ‘oficio más antiguo del mundo’ atraviesa la opinión pública desde todas sus aristas y posiciones, de la economía al feminismo. Georgina Orellano (Morón, Buenos Aires, 1986) procede de de una familia trabajadora y actualmente es la Secretaria General Nacional de la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (AMMAR). Desde esta entidad, integrada en la segunda central sindical más grande del país, reivindica que la organización del colectivo es indispensable para conseguir la despenalización del trabajo sexual.



Existe un alto porcentaje de trata de mujeres en torno a la prostitución.

Nosotras creemos que sí hay trata de personas. La verdad es que reducir esa discusión a que la culpa la tiene el trabajo sexual o la prostitución es quitarle la responsabilidad al Estado. Hay trata de personas porque hay una complicidad del poder judicial, policial, y del ejecutivo para que haya trata de personas en el siglo XXI. En todo caso, lo que posibilita que en el trabajo sexual haya explotación es justamente la criminalización y clandestinidad de nuestro trabajo: cuanto más clandestino sea, más se posibilita que se creen mercados paralelos que subsisten a través de la precarización de nuestras vidas. Arrogar que se va a combatir la trata de personas cuando se combata la prostitución me parece que es olvidarnos del lugar de pertenencia dentro de la clase trabajadora. La solución debería pasar por pensar, justamente, en dar mejores condiciones laborales como herramienta transformadora de este mundo laboral. Eso lo aprendí dentro de la CTA.

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jueves, 15 de agosto de 2019

Hay un retrato que me mira

Hay un retrato que me mira
y me susurra sin mover la boca
que solo él guarda las palabras exactas
con las que describir mi tranquilidad mentirosa.

Siempre me cuida.
De día y de noche.
De verano a invierno.
De tú a yo.

Sus rasgos me impulsan
a lo que no quiero querer
pero no soy nada frente a él:
me desvanezco si me toca.

El espacio desde el que lo observo
me recuerda que se me ha olvidado acariciar
a la vida
como lo hacía antes,
cuando el tiempo se podía doblar.

Y me pongo nervioso
y no sé qué contestar a sus susurros
pero yo le ruego que me diga
las palabras que necesito.

Meses y meses intentado parir
la rima que nunca me describirá.
Y el retrato impoluto
guarda mi secreto
y yo lo desconozco.

Me interroga todas las veces que le lloro,
mis rodillas tienen su nombre
pero mi boca,
mi boca nunca miente y es incapaz de besarle.

Colgado en la pared hay un retrato
que me mira.
Le he llamado: El Poema Perfecto.

Su vida depende de mí
y yo dependo de su muerte.

Me dice que me acerque
y mis venas gritan que esta soledad
estás escrita con las manos sucias
de tanto pensarte.

Me acerco como un lazarillo ciego
y me obliga a darme la vuelta
y empieza a llover, a lloverse y a lloverme
pero yo no veo nada.

Es el fin, otra vez.
Me vuelve a perdonar la vida.
Caníbal honesto no come corazón sincero.

El retrato que me mira
es la vida que me espera.

El retrato que me mira. Ojos y cejas.