jueves, 15 de agosto de 2019

Hay un retrato que me mira

Hay un retrato que me mira
y me susurra sin mover la boca
que solo él guarda las palabras exactas
con las que describir mi tranquilidad mentirosa.

Siempre me cuida.
De día y de noche.
De verano a invierno.
De tú a yo.

Sus rasgos me impulsan
a lo que no quiero querer
pero no soy nada frente a él:
me desvanezco si me toca.

El espacio desde el que lo observo
me recuerda que se me ha olvidado acariciar
a la vida
como lo hacía antes,
cuando el tiempo se podía doblar.

Y me pongo nervioso
y no sé qué contestar a sus susurros
pero yo le ruego que me diga
las palabras que necesito.

Meses y meses intentado parir
la rima que nunca me describirá.
Y el retrato impoluto
guarda mi secreto
y yo lo desconozco.

Me interroga todas las veces que le lloro,
mis rodillas tienen su nombre
pero mi boca,
mi boca nunca miente y es incapaz de besarle.

Colgado en la pared hay un retrato
que me mira.
Le he llamado: El Poema Perfecto.

Su vida depende de mí
y yo dependo de su muerte.

Me dice que me acerque
y mis venas gritan que esta soledad
estás escrita con las manos sucias
de tanto pensarte.

Me acerco como un lazarillo ciego
y me obliga a darme la vuelta
y empieza a llover, a lloverse y a lloverme
pero yo no veo nada.

Es el fin, otra vez.
Me vuelve a perdonar la vida.
Caníbal honesto no come corazón sincero.

El retrato que me mira
es la vida que me espera.

El retrato que me mira. Ojos y cejas.

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