El alcalde franquista de Sabadell en la inauguración del monumento a los caídos, en 1943 / Arxiu Nacional de Catalunya, Sindicat de la imatge |
Ya en el siglo XIX empezaron a construirse monumentos a importantes personajes, ilustres, intelectuales. Una tradición tanto europea como española, relacionada con el nacimiento del liberalismo y nacionalismo, es que las efigies se dedicaban a héroes que habían dado su vida por un ideal, el único correcto. Todo eso cambia, dice Miguel Ángel del Arco, con la llegada de las dos guerras mundiales. España, que las esquivó de aquella manera, tuvo su particular punto de partida en esta tradición con la Guerra Civil, un hecho histórico a partir del cual los monumentos metamorfosean hacia el recuerdo colectivo de aquellos que murieron en la retaguardia republicana o en el frente.
Del Arco es el autor de Cruces de memoria y olvido. Los monumentos a los caídos de la guerra civil española (1939-2021) (Crítica, 2022), además de director del departamento de Historia Contemporánea en la Universidad de Granada. Así inicia su explicación: "El franquismo se adueña del mito del soldado caído y unifica a todos los fallecidos que considera suyos". Es decir, se apropia de la muerte de miles de personas para sus propios fines políticos con esa pátina, inmaculada por décadas, de los que murieron por Dios y por España.
Del Arco es el autor de Cruces de memoria y olvido. Los monumentos a los caídos de la guerra civil española (1939-2021) (Crítica, 2022), además de director del departamento de Historia Contemporánea en la Universidad de Granada. Así inicia su explicación: "El franquismo se adueña del mito del soldado caído y unifica a todos los fallecidos que considera suyos". Es decir, se apropia de la muerte de miles de personas para sus propios fines políticos con esa pátina, inmaculada por décadas, de los que murieron por Dios y por España.
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