viernes, 24 de mayo de 2019

Mi jaula

Millones de camas en el mundo
y yo solo quiero la mía.
Porque solo hay una y las demás
son colchones prestados
para cuerpos perdidos.

Pasan los días, impotente;
la luz es la misma
no distingo la noche,
¿dónde estoy?

Confuso golpeo mi frente
detesto la añoranza despreciable
hacia el padre del que renegué siempre,
¿para qué he venido?

La ciencia no sabe lo que son
las sensaciones que escapan a los
cinco sentidos que nos imponen,
¿cómo he llegado aquí?

Una nueva rutina despierta mis manos
tambaleantes ante la incertidumbre
de saber que estas dudas
no me protegerán siempre,
¿qué hago cuando quiero escapar y ya he escapado?

Abrir la puerta tiene un significado:
entrar a la jaula nueva y por descubrir:
saber que mi jaula no es esta:
y por fin entender que yo solo quiero mi jaula.

Una cama para mi cabeza, brazos, piernas, torso, manos y pies;
un lugar donde reposar incorrupto tras la muerte lenta
que es vivir teniendo la certeza de que existen
vidas que nunca cabrán en un poema.
Una jaula para la mente eterna
que aprendió a besar los barrotes
hasta deshacerlos.

Así de sencillo puede llegar a ser;
pienso mientras tiendo la ropa
demasiado mojada por el ayer.

Fotografía de Lara Úbeda (@laaraa)

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