jueves, 17 de diciembre de 2020

Salgo al balcón a ver el viento pasar

Un grito malvive en mi pecho. Ya coraza, ya fiesta, ya transparente o lúcido. El pensamiento compulsivo de la completitud y la duda congénita que me oprime me asaltan en el momento menos esperado. Cuando estoy currando y las teclas invaden mis tímpanos, ahí viene, con su leve susurro, ondenando la bandera de la metaindefensión, de si las cosas no están al milímetro de mi medida, de si hay algo que se me escapa. Así que, aunque desconozco el qué, algo hay que cambiar, hablar, tratar, preguntar. Y pienso en la injusticia a la que me someto.

No sé actuar cuando no sé quién soy. Las manos, mis preciadas manos, se mueven a un compás del que no me siento orgulloso. ¿Pero cómo me siento si no me falta nada? ¿Me faltaré yo? ¿Pero cómo me voy a faltar a mí mismo si yo no le falto a nadie? Mis venas supuran sobre la ceniza. Seguridad, decís. La espera late entre las vértebras, dentro, cuando tengo las entrañas agarrotadas.

Mi respiración grita con miedo. Ansiedad no es la palabra, ni nervios, tampoco inestabilidad. La respuesta es DUDA. Salgo al balcón a ver el viento pasar. Ni la música consigue olvidarme de mí, que eres tú, que a su vez eres tú conmigo o sin mí. No lo sé. Y pasa el tiempo y mucha gente sabe qué hacer siempre y me lo dicen y me quieren ayudar. De verdad, solo me quieren ayudar. Solo me quieren. Y yo, ¿me quiero? ¿Sé quererme solo?

Llega la noche y la masturbación insana me nubla la cabeza por unos minutos. Todo mentira. Mañana, seguramente, saldrá el sol y yo me despertaré con muchísimas cosas que hacer. Nada, absolutamente nada, frena a ese pensamiento que es grito y susurro, que arropa y enfría. Beso sus barrotes. Vendrá a mi cabeza a recordarme que no sé quién soy, ni lo que quiero. Pensamiento desquiciante. 

Me compré una pantalla de ordenador antirreflejante y ahora tengo que acertar el cambio de mis rasgos cuando se acerca esa voz. Está claro. Nada cambia por fuera por mucho torbellino que escupa mi ser más inmaterial. Tengan cuidado si se acercan a esta fiera. Es por su bien, es decir, por el mío.

Disculpad la inssitencia.

Jugar con las ganas, a veces también es perder.


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