El fracaso del golpe de Estado en julio de 1936 trajo consecuencias inmediatas, si no tanto en capitales de provincia, sí en pequeños pueblos que se vieron obligados a defender la legalidad republicana, pero también la subsistencia alimenticia de la ciudadanía. Con poco éxito en algunas
zonas de Andalucía debido a la implacable represión de los sublevados, las miles de personas que no se resignaron a vivir bajo el yugo de la futura dictadura emprendieron largas y costosas migraciones a municipios colindantes. Esta es la historia de las otras carreteras de la muerte, de un exilio provinciano, de la amargura e impotencia de dejar una vida atrás bajo el asedio y los fusilamientos. Cuando la otra opción es la muerte y el sufrimiento, todo por la vida.
Manuel Velasco ha estudiado la represión en la sierra sur de Sevilla y en las comarcas de Antequera y Ronda durante los primeros meses de la Guerra Civil. En este sentido, el también presidente de la Asociación Guerra y Exilio en Andalucía afirma que "en estos lugares es posible ponerles nombre y apellidos a las víctimas, pero también a los asesinos y criminales". "A la mayoría de personas el golpe de Estado les pilló por sorpresa, y en las zonas controladas por los sublevados comenzó una sangrienta represión nunca antes conocida, por lo que muchos huían a los pueblos de alrededor".
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