miércoles, 24 de junio de 2020

[Público] Las esenciales no llevan corbata

Lo han repetido hasta la saciedad desde el inicio de la emergencia sanitaria del coronavirus: “Este virus nos afecta y nos iguala a todo los humanos” o su variante “este virus no entiende de clases sociales”. La afirmación, por más veces que se repita, no deja de ser falsa. Ahora, además, hay datos encima de la mesa que permiten desmentirla. Un ejemplo: el virus ha dejado un 26% más de afectados en el humilde barrio barcelonés de Nous Barris que en el acomodado de Pedralbes, según un estudio de la Generalitat. Otro ejemplo, en Inglaterra y Gales la mortalidad por la covid-19 es más del doble en las áreas pobres que en las privilegiadas. Hay muchos más.

Una trabajadora desinfectando un edificio.- JOSEP LAGO / AFP 
El virus, por tanto, sí entiende de clases sociales. Y sus consecuencias, que no son solo el número de muertos, también. La pandemia ha traído más pobreza, más precariedad y más, si cabe, distanciamiento entre ricos y pobres. Un estudio del Ayuntamiento de Madrid muestra que la reducción más drástica de ingresos se ha vivido en los hogares con rentas inferiores a los 2.000 euros mensuales y, muy especialmente, entre los que ingresan menos de 500 euros. Más ejemplos. Una de cada diez personas con renta alta que vive en Madrid se ha visto afectada por un ERTE. En cambio, la proporción asciende a una de cada dos en el caso de las rentas más bajas.

La llegada de la pandemia, además, se produjo en un contexto en el que una parte más que considerable de la ciudadanía no había tenido ni tiempo de comenzar a recuperarse de los efectos de la crisis económica que comenzó en 2008. Así, parece que ya ha nacido una nueva medida en el escenario global para medir las generaciones. Ya no son los años, sino las crisis superadas. Y en esto de superar crisis en España hay una generación que, contra su voluntad, se está haciendo experta. Hablamos de jóvenes y adultos que a duras penas consiguieron emanciparse de su casa por culpa de los bajos salarios, la inestabilidad laboral y los elevados precios de la vivienda. Y que ahora se han visto obligados a apretarse un cinturón sin espacio para nuevos agujeros.

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