“Esto es todo seguro, en España también se corren riesgos”, dice Pity, apodo de Juan Fernández. Auxiliar de enfermería granadino, de 31 años, empezó con este negocio del que cobra a comisión cuando bajó numerosos puestos en la bolsa de empleo del servicio público de salud. Antes de cualquier acuerdo, dice, habla con los interesados para ver qué se quieren hacer, “luego ya veremos qué se pueden hacer”, apuntilla.
Fernández se encarga de que todo salga bien, así que lo primero que les pregunta son algunos datos: enfermedades previas, hospitalizaciones, partos, cirugías anteriores, estilo de vida. “Y también me tienen que pasar una serie de fotos, aunque en el caso de la manga gástrica no hace falta, porque eso es cortarle el estómago como tal”, aduce. Así llega el presupuesto y todo lo que incluye: hospitalización, cualquier tipo de prueba médica que sea necesaria, estancia en un hotel “de cuatro o cinco estrellas” y transporte desde el aeropuerto al hotel, del hotel al hospital, del hospital al hotel, y del hotel de nuevo al aeropuerto. “Los vuelos nunca están incluidos porque entendemos que si tú quieres operarte aquí es porque quieres”, añade.
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