Barricada infantil detrás de la Universitat de Barcelona, agosto de 1936.ANTONI CAMPAÑÀ (ARXIU CAMPAÑÀ) |
Cinco mil negativos aparecieron en una caja olvidada, escondida por el fotógrafo, cansado de que ambos bandos usaran el material para sus propios fines. “Lo que define a mi abuelo es que hacía muchas cosas a la vez, siempre tenía un proyecto nuevo en la cabeza antes de terminar otro”, empieza a relatar Monné. Campañà, una persona con genio y carácter, conseguía que en sus instantáneas documentales de la Guerra Civil también confluyeran sus raíces más artísticas. Leica al hombro, sus disparos fueron los más castigados tras el conflicto bélico. Fotografiaba el instante, el detalle, con encuadres novedosos que acababan ilustrando estampas de La Vanguardia o de la CNT.
“Estábamos revisando los muebles y objetos de la antigua tienda de fotografía de mi abuelo cuando apareció una caja de madera muy grande donde había cientos de fotografías. Debajo de esas fotos, que eran de gente que nunca fue a recogerlas, vi con mi tío que al fondo había unas cajas rojas con más negativos”, relata Monné. Pero todo tiene su historia: “Cuando el franquismo publicó en el BOE que todas aquellas personas que tenían material fotográfico de la contienda estaban obligados a presentar sus archivos, Campañà los depositó en el Archivo Mas”.
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