José Val del Omar no se explicaba por qué los granadinos que vivían en el Albaicín, la zona más empobrecida de la tierra nazarí, no podían acceder a la Alhambra, así que inventó el zoom para acercarles al monumento. Era 1928 y lo denominó “objetivo de ángulo variable”. Ese fue uno de los tantos artefactos que este profesional de la cinematografía pergeñó a lo largo de su vida para demostrar su forma de entender el cine. Val del Omar intentó siempre lo mismo, y llegó a conseguirlo: creaciones que interpelaban al público, con diversos recursos que acompañaban a la imagen, como la acústica y lo táctil, para llegar a la trascendencia, el concepto que le acompañaría de forma constante.
Nacido en una familia algo aburguesada, nadie se podía imaginar en 1904 qué haría a lo largo de su vida. Casi tres décadas después, llegó la experiencia que le marcaría para el resto de su carrera: el tránsito por las Misiones Pedagógicas de la Segunda República. “Ahí rodó de 30 a 40 documentales, de los que solo conservamos uno. Sabemos que algunos se los llevó Juan Ramón Jiménez a América, pero no los hemos encontrado. Sí guardamos multitud de fotos que realizó, pero no las más de 9.000 que fueron en total”, relata Gonzalo Sáenz de Buruaga, colaborador y cómplice del cineasta granadino.
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