La respuesta ha sido directa: huelga indefinida de los trabajadores dedicados a la producción. Ya son más de 130 días, desde el 11 de febrero, en los que ni un kilogramo de acero se ha convertido en tubo.
El paro, que es la eclosión a la presentación de los expedientes de regulación de empleo por parte de la compañía, se vino fraguando con cinco huelgas previas de 24 horas. La historia huele a piquete mañanero, neumáticos quemados, confraternización, esquirolaje y represión policial.
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