Hasta 100.000 euros le han ofrecido a Ignacio de las Heras, detective privado, por conseguir la declaración de la renta de una persona. La petición que le llegó a Alejandro Romero fue algo diferente, cuando una potencial clienta quiso
investigar la infidelidad de su marido. Ella se sabía engañada, incluso conocía el nombre y los apellidos de la tercera persona. Ahora quería ubicar su domicilio. Ambos, eso sí, son ejemplos que muestran cómo ha cambiado el trabajo de los detectives, y las ilegalidades o misiones poco éticas que los clientes les piden.
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Uno de los detectives entrevistados con la cámara de vídeo que utiliza en los seguimientos. (Foto: Guillermo Martínez)
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Lejos de presentarse con una gabardina, lupa y un periódico con dos agujeros para observar sin que sean observados, la labor de los
detectives privados actuales se basa en los seguimientos y la recopilación de información. Para eso se valen de cámaras de vídeo, también ocultas, micrófonos, prismáticos e incluso balizas, aunque su uso esté restringido. En el maletero del coche, normalmente con las lunas tintadas, llevan lo imprescindible: ropa de recambio, gafas de sol, una gorra, agua, el depósito lleno, dinero en efectivo y algo de picar, que nunca se sabe lo que deparará un seguimiento.
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