El padre de Eusebio Rodríguez estuvo en una de estas colonias. Le contaba, con gran amargura, que raro era el día que no enterraban a un compañero al que llevaban en el mismo ataúd compartido por el anterior y siguiente fallecido. Este doctor en Historia Contemporánea ha estudiado el destino de estos niños y niñas que tras La Desbandá malagueña de febrero de 1937 fueron a parar a Murcia.
Las cifras no están claras, pero los cálculos cuantifican entre 200.000 y 300.000 las personas que huyeron desde Málaga hacia Almería por la carretera de la muerte. Una columna de 30 kilómetros de personas asediada por los buques franquistas y la aviación nazi alemana y fascista italiana. Sobrevivir a la travesía no significaba sobrevivir a la guerra. "Lo primero que hace el gobernador almeriense es quitarse a estas personas de en medio. Incluso algunas personas se ofrecieron a ir a recoger a la gente en sus vehículos, pero no tenían gasolina, y el gobernador se negó a dársela", introduce Rodríguez.
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