La apertura hace unas semanas de la llamada
Montaña de los Gatos en el Retiro, que en realidad no es otra cosa que una montaña artificial creada para deleite de los reyes que usaban el parque a su capricho, deja entrever otras tantas historias ocultas de este centenario enclave. No son pocas las historias que guardan los jardines, testigos de cuatro siglos de un Madrid cambiante. El cementerio que hubo en el parque, las lágrimas de Hernán Cortés que sembraron su árbol más antiguo, el último resquicio de la Casa de Fieras, las esculturas más escondidas, la magia negra alrededor del Ángel Caído, el busto de Pablo Iglesias oculto bajo tierra, el Telégrafo Óptico... son algunos de los aspectos más ocultos de este emblemático parque.
Alberto Gayo es una de esas tantas personas que
se crio en el Retiro. Su madre le contó que allí empezó a andar mientras perseguía a una paloma, más tarde vendió litros de cerveza en sus jardines, tocó la guitarra con los colegas y los setos del lugar fueron testigos de sus primeros ligues. Ahora, Gayo frecuenta el parque, juega a la petanca en él e intenta desentrañar su historia. "A mí la escultura que más me gusta de todas las que hay escondidas es la mujer lectora", dice. Se encuentra bajando por el Paseo de los Reyes Godos y tomando un caminito a la izquierda.
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