Eliana posa en la puerta de su casa, totalmente dañada por las goteras de aguas sucias. GUILLERMO MARTÍNEZ |
Hartos y cansados de su situación, decenas de afectados han dejado a un lado la resignación y se han organizado en el Sindicato de Inquilinas de la capital para hacer valer sus derechos. O la cosa cambia, o irán a una huelga de alquileres. Sea lo que sea, lo harán juntos y juntas.
Eliana, dentro de su desesperación, ha encontrado un pequeño refugio en esta lucha organizada que tan solo acaba de comenzar. Ella es una de las vecinas más afectadas. A las vistas con un andamiaje abierto que solo provoca incertidumbre, el suelo levantado de las zonas comunes y los problemas de inseguridad, se suma que su vivienda está debajo de la caldera de la urbanización. “El agua negra cae por la cocina, en los baños, en el salón… Ha llegado a permear la madera y la puerta de la calle no cierra bien. Huele mal todo el rato, y no me lo quieren arreglar”, comenta esta vecina.
Eliana, dentro de su desesperación, ha encontrado un pequeño refugio en esta lucha organizada que tan solo acaba de comenzar. Ella es una de las vecinas más afectadas. A las vistas con un andamiaje abierto que solo provoca incertidumbre, el suelo levantado de las zonas comunes y los problemas de inseguridad, se suma que su vivienda está debajo de la caldera de la urbanización. “El agua negra cae por la cocina, en los baños, en el salón… Ha llegado a permear la madera y la puerta de la calle no cierra bien. Huele mal todo el rato, y no me lo quieren arreglar”, comenta esta vecina.
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