“Mi hijo, que es de los más pequeños con 4 años, tiene que comer en clase porque el espacio del comedor se ha tenido que recortar para aumentar las aulas de 1º de Primaria”, dice Martín sobre la precariedad de las infraestructuras con las que cuenta el Núria Espert. Tampoco hay espacio para algunas de las actividades extraescolares ofertadas, que tienen que desarrollarse en la recepción o en el espacio dedicado para el parking. Martín, que también forma parte del AMPA del colegio y de la Plataforma por la educación pública de Valdebebas, está cansado de las promesas que el Gobierno de la región les hace cada vez que las familias afectadas levantan algo la voz por una sencilla razón: nunca las cumplen.
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