Miles de trabajadores mantienen sus trabajos gracias a una figura jurídica apenas utilizada antes de la pandemia del coronavirus: el ERTE. El acrónimo, al que si se le suprime la ‘t’ de ‘temporal’ evoca los peores augurios para la masa asalariada, ha sido durante meses un mantra repetido por absolutamente todos los estamentos sociales, desde los que lo ejecutan hasta los que lo sufren. Así pues, la fórmula del despido temporal parece pseudocontentar a todos los interpelados, siempre y cuando se respeten sus límites y reglamentaciones; un hecho que no quita los posibles sobresaltos que el empleado acostumbrado a tener un solo pagador en la declaración de la renta pueda llevarse el año que viene cuando la formalice.
José Martín, de la asesoría RiverSide, disecciona todos los estadios posibles y aporta algunas recomendaciones para que el trabajador pueda abonar la cantidad correspondiente de IRPF de forma gradual y no de un solo ingreso, lo que podría ocurrir en 2021.
Empezando por el principio, es decir, de dónde venimos, Martín señala que “la empresa es quien está obligada a calcular la estimación de retención de IRPF a cada uno de los trabajadores”, y en el caso de los indefinidos, lo más probable es que la compañía la realice teniendo en cuenta su previsión de ingresos inicial. Una vez el trabajador entre en el ERTE, la empresa puede recalcular sus estimaciones iniciales, cuyo resultado seguramente sea menor de lo previsualizado, por lo que la empresa retendrá un menor porcentaje cada mes al trabajador tras su reincorporación.
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