sábado, 15 de mayo de 2021

[CTXT] Lidia Posada y Carlos Taibo, participantes del 15-M, lo recuerdan 10 años después

Ha pasado una década desde que la Puerta del Sol se convirtiera en el kilómetro 0 de la movilización social en España. La acampada que allí se desplegó pronto germinaría también en decenas de ciudades del territorio, incluso del extranjero. Lidia Posada tenía 26 años entonces y militaba en Democracia Real Ya, el colectivo que convocó la manifestación aquel 15 de mayo. En la acampada participó en la Comisión de Comunicación y Extensión. También en StopDesahucios, el origen de la Oficina de Vivienda. Entonces era, y sigue siendo, abogada. El escritor y divulgador Carlos Taibo contaba 55 años y tres días cuando dirigió unas palabras al final de la manifestación. “Lo hice cargado de dudas, por cuanto el manifiesto de convocatoria era más bien moderado. Aunque pensé que lo que tenía previsto decir podía resultar en exceso radical, el problema quedó rápidamente resuelto: apenas se oía nada”, recuerda. Poco tiempo después publicaría Nada será como antes. Sobre el movimiento 15-M y El 15-M en sesenta preguntas (los dos con Catarata en 2011). Diez años después, los dos personajes comparten su experiencia.

El 15-M fue una demostración de alegría y de entusiasmo contagiado. ¿Qué recordáis de aquellos primeros días en las plazas?

Lidia Posada: Yo pienso que el 15-M nació el 17-M cuando todas esas personas volvieron a aparecer por la plaza para mostrar solidaridad con las detenidas y persistencia contra el régimen.

Recuerdo sentir mucha ilusión y una creciente confianza en el resto de la gente. Todos los días conocías a decenas de personas nuevas. También recuerdo mucho cansancio porque yo trabajaba hasta las 18:00 y hacía mis tareas de la Asamblea hasta las 3:00. Estuve semanas durmiendo muy poco.

Carlos Taibo: Recuerdo sí, la alegría y el entusiasmo, que revelaban que por fin habían estallado de forma creativa muchas tensiones. Pero por encima de todo lo que recuerdo es la irrupción de un discurso y de unas prácticas radicales, que, asentadas en la asamblea, hasta entonces habían sido privativas de determinados cenáculos propios del mundo libertario y de algunas instancias de la izquierda de siempre. Ahora alcanzaban, de manera casi milagrosa, a mucha gente. Yo fui, en cualquier caso, el primer sorprendido.

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