“Las praderas marinas laminan las corrientes, limitan las turbulencias y suponen una importante protección en los puertos náuticos, por ejemplo, además de amortiguar los impactos de fuertes temporales en la línea de costas”, cuenta Fernando Valladares, investigador experto en ecología del CSIC. Pero esas funciones, que este tipo de plantas en España desarrollan tanto en la costa cantábrica como en la mediterránea, se ven amenazadas por la incauta actividad humana. “La degradación de los fondos y los movimientos de arenas de las playas a consecuencia del turismo más los anclajes y fondeaderos, no permiten que estos vegetales se asienten”, continúa diciendo.
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