viernes, 24 de junio de 2022

[El Salto] Cuando el sindicalismo mundial miró a España: medio siglo del Proceso 1001

Todo estaba preparado para ese encuentro. Ahí se verían los dirigentes de diversas regiones de España para configurar la hoja de ruta de los próximos años. Algunos no llegaron ni a entrar, algo se olían. Los que ya estaban dentro no tuvieron escapatoria. Aquel 24 de junio de 1972, hace exactamente medio siglo, comenzó uno de los casos de represión hacia el sindicalismo más internacionalizados de la historia del franquismo. Ellos eran Marcelino Camacho, Nicolás Sartorius, Miguel Ángel Zamora Antón, Pedro Santiesteban, Eduardo Saborido, Francisco García (uno de los llamados “curas rojos”), Luis Fernández, Francisco Acosta, Juan Muñiz Zapico Juanín, y Fernando Soto Martín. La redada en el convento de los Oblatos de Pozuelo de Alarcón, en Madrid, les dejó sin capacidad de respuesta. Ellos son los “diez de Carabanchel”, los protagonistas del Proceso 1001.

Los máximos dirigentes a nivel nacional de Comisiones Obreras, organización ilegalizada por el Tribunal Supremo en 1967, cayeron en las garras de un régimen que empezaba a morir pero continuaba matando. Cristina Almeida, reconocida abogada laboralista, fue una de las letradas que engrosó la lista de defensores, todos ellos sobresalientes en su campo, como Gil Robles padre, Gregorio Peces Barba, Marcial Fernández Montes y Paquita Sauquillo. “Fue una barbaridad aquello, pedían condenas de hasta 20 años de cárcel por asociación ilícita en grado de dirigente a Marcelino Camacho”, rememora esta.

Las peticiones de la Fiscalía durante el juicio, que coincidió con el asesinato de Carrero Blanco el 20 de diciembre de 1973, iban desde las dos décadas de prisión hasta los 12 años. “Eso lo convirtió en una causa contra el sindicalismo, no contra diez sindicalistas. Fue un juicio de especial importancia porque se solidarizaron representantes de sindicatos de todo el mundo”, continúa Almeida. Durante los meses que los diez sindicalistas estuvieron en prisión antes de la celebración del juicio el clamor popular que exigía su libertad inundó numerosas ciudades europeas.

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